Excursión por el museo egipcio de ChampollionEl Museo Carlos X
El 15 de diciembre de 1827 se inauguró un nuevo museo en el palacio del Louvre. Estaba presente el rey Carlos X por un motivo muy claro: en adelante, el museo iba a llevar su nombre. El monarca puso al mando ni más ni menos que a Jean-François Champollion. El joven sabio acababa de conseguir la hazaña de descifrar los jeroglíficos egipcios y el rey le encargó la tarea de crear el primer “museo egipcio” dentro del Louvre.
El redescubrimiento del antiguo Egipto
Ya antes de Champollion, el interés de Europa occidental por el antiguo Egipto no había hecho más que crecer. Aquella civilización olvidada fascinaba desde hacía siglos. La expedición militar de Napoleón Bonaparte a Egipto a finales del siglo 18 se desdobló en una expedición científica en la que participaron los mejores investigadores del momento. A su vuelta, sus publicaciones contribuyeron a ofrecer una nueva visión, científica en aquel caso, de la antigüedad faraónica, pero también del Egipto moderno. Sin embargo, aunque los objetos se entendían un poco mejor, su significado seguía siendo un misterio.
Champollion en el Louvre
Nacido a finales del siglo 18, Jean-François Champollion creció en esa atmósfera. Cuando en 1822 logró descifrar los jeroglíficos, tenía 32 años. Con ese descubrimiento de la clave de una escritura olvidada se abrió ante el mundo un nuevo campo de investigación, el de la egiptología. ¡Había toda una mina de documentos de primera mano que traducir, analizar y comprender! Champollion, deseoso de dar a conocer esa civilización a sus contemporáneos, trabajó primero en la concepción del museo de Turín. Más tarde, logró convencer a Carlos X para que adquiriese nuevas colecciones para el Louvre. El rey lo nombró conservador del museo egipcio. Y entonces llegó el momento de decidir dónde se instalaría aquel nuevo departamento.
Un museo en expansión
El momento del nacimiento de la egiptología, en aquel primer cuarto del siglo 19, fue un período de grandes cambios para el Louvre. En paralelo a los vaivenes de los distintos regímenes políticos, su situación iba pasando de residencia real (o imperial) a museo. En las décadas de 1820 y 1830, el museo ganó terreno al palacio. La ampliación de las colecciones llevó a la apertura de nuevas secciones que funcionaban como museos independientes dentro del mismo edificio gigantesco. Así nacieron la galería de Angulema con las esculturas del Renacimiento y la época moderna, el museo de la Marina, el museo asirio y el Museo Carlos X.
Para acoger esa nueva sección en el seno del Louvre, se eligió una serie de nueve salas del primer piso, por el lado del Sena, en lo que hoy es el ala Sully. Esa parte del palacio había albergado con anterioridad los aposentos de las reinas de Francia, más tarde la Real Academia de Arquitectura y finalmente las colecciones de antigüedades.
Nuevo museo, nueva decoración
Para crear la decoración del Museo Carlos X, que todavía se conserva, se acudió a Charles Percier y Pierre Fontaine. Ambos arquitectos llevaban más de veinte años trabajando en las reformas del Louvre. Crearon una sucesión armoniosa de salas unidas por altas aperturas que evocaban los arcos de triunfo. El estuco imitaba el mármol rosa o blanco. Las doraduras realzaban la arquitectura. Las vitrinas que vemos hoy son las originales.
La decoración de los techos se confió a los mejores pintores de la época, como Antoine-Jean Gros, Horace Vernet o Jean-Auguste-Dominique Ingres. Aunque el tema era la Antigüedad, las fuentes de inspiración variaban mucho: Egipto, Grecia o Roma, pero también los objetos de arte de la Edad Media y del Renacimiento. Los artistas presentaron de forma alegórica, precisamente, la visión que se tenía del Egipto faraónico, mediante dos prismas: la Antigüedad grecorromana y la Biblia. Lo vemos, por ejemplo, en El Estudio y el Genio revelan el antiguo Egipto a Grecia y en Egipto salvado por José.
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Su función actual
Desde Champollion, el conocimiento del antiguo Egipto ha cambiado por completo, al tiempo que las colecciones se han ampliado. Hoy ocupan dos plantas. Podemos contemplar distintos objetos que fueron fundamentales para la comprensión de la civilización egipcia, algunos de ellos adquiridos por el propio Champollion, como las estatuas colosales de Ramsés II, la copa de Dyehuty o el relieve de la tumba de Setos I.
¿Y qué ha sido de las salas del Museo Carlos X? En la actualidad, una parte está dedicada a Egipto y otra a Grecia.
Obras destacadas
Este espacio alberga hoy una presentación cronológica del Antiguo Egipto: Imperio Nuevo, tercer periodo intermedio, periodo tardío y periodo ptolemaico.
La diosa Hathor recibe a Setos I
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¿Sabías que...?
Un techo convertido en cuadro
De todos los techos del Museo Carlos X, La apoteosis de Homero, obra del gran Ingres, es hoy un cuadro de museo por derecho propio. Cuentan que, en el momento de la inauguración, el rey se olvidó de levantar la vista para admirarlo. Más tarde, la obra se descolgó y se sustituyó en el techo por una copia. El original, convertido en cuadro, se expone en las salas rojas, dedicadas a lo mejor de la pintura francesa del siglo 19.
Tres dioses en una joya
Este pesado colgante es una obra maestra de la orfebrería egipcia. En él están representadas las divinidades de unas de las tríadas más importantes de la mitología egipcia: el dios Osiris, acuclillado sobre su pedestal en el centro, está flanqueado por la diosa Isis, que es su paredra, y el hijo y heredero de ambos, Horus. Aquí se concentra uno de los mitos fundamentales de la religión egipcia: Osiris, asesinado por su hermano Seth, es resucitado por su esposa, Isis, que da a luz a Horus. Este, el dios halcón, venga a su padre y asciende al trono. Como símbolo de la victoria contra las fuerzas maléficas, garantiza la perennidad de la realeza faraónica.